jueves, 12 de enero de 2012

Mensaje desde el pasado

Hoy he recibido un e-mail muy cariñoso de Víctor Pajares, un alumno que tuve hace unos cuantos años. En él me agradece la metodología que empleamos, en especial porque se marchó a la Universidad de Sussex, y allí se utilizan métodos de estudio similares. Ciertamente, recibir este tipo de mensajes es un soplo de aire fresco, el mejor estímulo que un docente puede recibir. Nunca sabes si lo que haces tiene sentido para tus estudiantes. Piensas que sí, pero nunca sabes cómo lo perciben tus alumno/as. Y luego está la soledad, la del despacho, la de las horas corrigiendo, la de tus pensamientos, la que te proporcionan tus propios compañeros, quienes, en término generales, no sólo no conocen lo que haces sino que desdeñan cualquier tipo de apertura en la docencia. Esto por no mencionar en el nulo reconocimiento profesional derivado de intentar, sencillamente, hacer lo mejor posible tu trabajo.
Pero siempre me quedarán mis alumnos, lo mejor de todo. Sus saludos, su mensajes, sus caras cuando comprueban que son capaces de hacer cosas que ni siquiera se habían planteado. En este sentido no puedo dejar de citar las exposiciones que han realizado varios grupos de trabajo en la asignatura del Grado en Español. Observar, por ejemplo, que cinco chicas de apenas 18 o 19 años, recién llegadas a la universidad, llegan a analizar con solvencia el papel de la Historia en la configuración del nacionalismo español del siglo XIX, compensa todos los sinsabores que decía anteriormente.
Y, por supuesto, siempre quedarán mensajes como el de Víctor. Aquí lo dejo:

"Y por cierto, sin que suene a lisonja si no a verdad, debo decir que el método que utilizan en Sussex es muy similar al que usamos en su asignatura, ya sabe, memorias, seminarios donde poner las ideas en claro, exposiciones en público y ensayo final. Me sirvió de gran ayuda todo lo que aprendí con usted, ¡gracias! Tenía que decirlo."

No, Víctor, soy yo el que os da las gracias por hacer que mi labor tenga sentido.

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